Él desabrochaba mis pulmones desnudos
Con la intuición hecha labios
Y los colmillos desgarrando el laúd
Los delirios de las miradas nocturnas
Despintaba la maldición del invierno
Como un bálsamo de sangre
Y el hacedor tomó mi cuerpo en sus pupilas
Y se arrastró ante mí,
con su deseo revolcado entre mis huesos
con mi sudor esparciéndose por sus rodillas
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